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Iglesia de santo domingo

Foto del escritor: Sabine MeloSabine Melo

Los planos del conjunto de Santo Domingo los realiza el arquitecto extremeño Francisco de Becerra en 1581. Pero como posteriormente la iglesia fue sometida a distintas reconstrucciones, parece que cambió mucho su fisonomía interna a partir del siglo xix. Esto fue debido a las ideas de unos dominicos italianos que llegaron por esa fecha. Así lo cuenta el intelectual ecuatoriano Ernesto La Orden Miracle: «decidieron pintarla como un teatrillo de ópera, arrasar sus altares, su coro y su púlpito».

Como en otros casos, los constructores se encontraron desde un comienzo con un terreno abrupto y desigual —y también con las ordenanzas del Cabildo—, lo cual debieron solucionar con un arco que lleva el mismo nombre de la iglesia.

La hermosa y sobria fachada no sufrió los afanes reformadores del siglo xix, y aunque la iglesia parece que tuvo esos cambios internos importantes, mantiene una presencia riquísima e impresionante que no muestra de una forma abierta los estragos que cuenta La Orden.

La iglesia de Santo Domingo se terminó a mediados del siglo xvii, y está cubierta por trabajos en cedro, dorado después, y por numerosas pinturas y tallas que adornan con esplendor todo su interior. Junto al retablo mayor, las diez capillas laterales que completan el conjunto interior de Santo Domingo enriquecen aún más el cuerpo interno de la iglesia con bellísimos trabajos en madera y hojilla de oro.

Sin duda, la Capilla de la Virgen del Rosario es la más conocida del conjunto. No obstante, no es la única que evidencia el interés cultural del templo. Indica Pazos Barrera que «en otra capilla se conserva la pintura mural de la Virgen de la Escalera, obra del padre Pedro Bedón y que data de los primeros años del siglo xvii».

El claustro de doble arquería y de pilares ochavados se debe al hermano Antonio Rodríguez, quien lo levantó a partir del diseño de Francisco Becerra.

Capilla de la Virgen del Rosario

La más rica y conocida de las capillas de la iglesia de Santo Domingo es la Capilla del Rosario, que está en uno de los lados de su crucero, construida en tres niveles diferentes. Esta capilla se asoma a la calle de La Loma, donde para solucionar otro desnivel del terreno está el Arco de La Loma con contrafuertes en cono que semejan puestos de vigía.

Los niveles de la capilla corresponden al pueblo, al sacerdote y a la Virgen. Desde 1650, en ella funcionaban tres cofradías que correspondían a los españoles y a los criollos, a los negros y a los mestizos, y por último a los indígenas. Cada grupo tenía su capilla correspondiente.

La Virgen y el Niño, cuyos mantos y coronas son ricos en hilos preciosos y pedrería, protagonizan la composición del retablo. Este último es descrito por Pazos Barrera con los siguientes términos:

«(…) enteramente dorado, tiene filigrana de plata en torno al nicho central y en el tabernáculo. En él resalta la Virgen del Rosario, una escultura española que fue obsequio del monarca español en el siglo xvi. A los lados del retablo figuran los retablos de santa Ana y San Joaquín, dorados sobre fondo rojo. Arcos y paredes tienen aplicaciones de querubines, plantas y frutas americanas, recubiertas de oro sobre fondo rojo. La Capilla de la Virgen del Rosario descansa sobre un arco por el que pasa la calle que conduce al barrio de La Loma Grande. Cierran la capilla dos cúpulas con linternas recubiertas con baldosas verdes».

En los altares laterales a esta capilla se conservan reliquias de santos, traídas de Roma, también en los mismos inicios de la refundación quiteña. En ellos se cumplían los rituales de la cofradía del Rosario de Nuestra Señora y se realizaba la Procesión de la Soledad, de los Viernes Santos, ambas de gran devoción en la ciudad.

A juicio de los expertos, en la decoración de la Capilla del Rosario se llega a una saturación barroca derivada de la abundancia ornamental.



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